Para llegar a la conclusión que queremos compartir, necesitaremos tratar algunos conceptos con antelación.

Primero:

Es importante empezar por algo tan sencillo como la diferenciación entre eficacia y eficiencia. Hacer una acción con eficacia es el simple hecho de llevarla a cabo con éxito. Si además de llevarla a cabo, lo conseguimos hacer utilizando la menor cantidad posible de recursos (sin mermar la calidad de la acción), lo habremos hecho de forma eficiente.

Eficacia está relacionada con acciones, eficiencia con los mínimos recursos necesarios asociados a esas acciones.

Segundo:

Este principio se tiene bien presente en un proyecto europeo muy interesante que algunos ya conoceréis: “Edificios de balance energético casi nulo” (NZEB son sus siglas en inglés por si queréis buscar información en la red: Nearly Zero-Energy Buildings).

Evidentemente es un programa mucho más profundo que lo que vamos a extraer aquí, pero conceptualmente nos aportan la segunda reflexión. El proyecto describe tres fases bien diferenciadas en la gestión energética de los edificios (cualquier edificio doméstico, industrial, público…).

  • Fase 1. Reducir la demanda del edificio. Es decir, construirlo de forma que necesite la mínima energía para su habitabilidad. Claro que como ya vivimos en edificios construidos, la opción es pensar en rehabilitarlos de forma que cumplan este requisito: reducir la necesidad energética.
  • Fase 2. Cubrir esas pequeñas necesidades energéticas, con equipamientos de bajo consumo. Muy eficientes para entendernos.
  • Fase 3. Generar la energía necesaria con sistemas renovables en el mismo edificio, o en las proximidades.

Ya empezamos a entrever a dónde nos quieren llevar las personas que han pensado en la creación de este proyecto.

Tercero:

Ahora vamos a pararnos a valorar el término “TRE” o Tasa de Retorno Energético de las distintas fuentes de generación de energía.

Consideramos Tasa de retorno energético a la razón entre la cantidad de energía que conseguimos extraer de una fuente energética, y la cantidad de energía que necesitamos para extraer los recursos de ese sistema de generación. Si necesitamos 1 kWh de energía para extraer/fabricar/generar 1 kWh de energía, no hay que dar muchas vueltas para saber que estamos perdiendo el tiempo. Lo ideal es buscar TRE altos, que nos permitan invertir una cantidad de energía en la extracción/fabricación y el resultado tras la generación sea mucho mayor. Aquí podemos ver una tabla con la relación de TRE de la mayoría de sistemas de generación energética:

Fuente: “Generación, transformación y uso de la energía en Navarra”. Alejandro Arizkun.

Sabemos claramente como los combustibles fósiles (no renovables) a mediados del siglo XX, fueron los precursores de la forma de uso energético actual. Tasas de retorno energético muy altas permitían grandes consumos sin mayor problema ni reflexión.

Vemos como las tasas de retorno energético de las energías renovables son mucho más reducidas, lo que nos ha de dar la pista de por dónde van a ir las próximas décadas. Si tenemos en cuenta que el uso de generación fósil va a la baja, porque los costes de extracción están aumentando sin parar (el petróleo, carbón y gas de fácil extracción ya no existen), y lo que nos tiene que dar sustento energético son las energías renovables, es bien claro que tenemos que apostar por la reducción máxima del uso energético actual.

Cuarto:

Sobre la tercera fase del proyecto NZEB citado, las renovables, tenemos que valorar positivamente el borrador de reforma de la Directiva europea 2009/28/CE sobre fuentes de energía renovable, publicado la semana pasada, que incluye, entre otras cosas, el autoconsumo compartido como una de las soluciones sostenibles al suministro energético. En próximos post hablaremos de esta modalidad, y de la de autoconsumo compartido indirecto.

Esto nos debería llevar, más pronto que tarde, a su trasposición a la legislación española modificando sustancialmente el Real Decreto 900/2015, más conocido por su imposición del “impuesto al sol”.

Quinto:

Para poder valorar mejor lo tratado, un genial ejemplo:

El instituto de Rubí que más ahorro ha conseguido en los 4 años de implantación del proyecto 50/50, ha reducido su uso energético aproximadamente en un 70%. Este curso, convencidos de estar en el límite de la eficiencia energética del centro, el consejo energético ha decidido invertir en energías renovables para autoabastecerse.

¿Alguien se imagina la diferencia de inversión si se hubiese considerado el diseño del sistema de autoconsumo al empezar el proyecto?

Y lo más importante: la diferencia no sólo habría sido económica, porque el sistema a instalar hubiese sido mucho más grande al principio, sino que el aprendizaje de cuatro cursos, cientos de chavales, habría sido ninguno.

Conclusión:

Estamos en el momento de agudizar el ingenio para reducir nuestros usos energéticos al máximo, tanto los domésticos, como lo empresariales, como los institucionales. Desde aeioLuz ayudamos al cambio y la generación de hábitos para un uso responsable de la energía.

Trabajemos para ello, porque pronto tendríamos que tener a mano la posibilidad de convertirnos en ”prosumidores”, productores/consumidores de nuestra propia energía generada con un combustible gratuito y renovable, el Sol.

El usar la energía de la forma más eficiente posible, será la clave para instalar los sistemas renovables idóneos que nos permitan adaptarnos al futuro próximo.

Recordar, “Primero eficiencia, después renovables”, caminemos juntos hacia la #EvolucionEnergetica

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