Según la Agencia Europea del Medio Ambiente entre el 70% y el 80% por ciento del impacto medioambiental en Europa es producto del consumo en alimentación, transporte privado y vivienda. Además, son las viviendas privadas los mayores consumidoras de energía con un 40 % del total. Es decir, el consumo en nuestros hogares representa una parte muy importante del impacto total, y por lo tanto todos nosotros tenemos un gran potencial para influenciar el cambio de modelo. Tenemos que concienciarnos de que todos somos parte del problema, y por lo tanto parte fundamental de la solución.

El objetivo que tenemos pasa de un modelo totalmente vertical con pocos actores dominantes, a un modelo más democrático y participativo. Esta democratización significa pasar de ser simples consumidores, a usuarios participativos. Lo que significa un cambio hacia un mayor empoderamiento de nosotros como usuarios. Es cierto, que este empoderament es más factible en los últimos años gracias al avance de las tecnologías verdes, que han democratizado la producción reduciendo costes. Pero la tecnología por sí misma no es suficiente, porque tenemos que aprender como mejor gestionar estas tecnologías para utilizarlas para el bien común.

El aprendizaje es fundamental para evolucionar hacia un modelo más sostenible, pero para que el cambio sea efectivo este nuevo modelo tiene que estar ligado al empoderamiento de los ciudadanos en la gestión de la energía. Cuando hablamos del empoderamiento ciudadano no sólo consideramos la auto producción de la energía, sino también la eficiencia y la alfabetización energética. Porque del mismo modo que es necesario saber nuestros derechos sociales y políticos para poder ejercerlos como ciudadanos de pleno derecho, es esencial aprender a gestionar nuestro uso de la energía para ganar autonomía.

Aprender cosas nuevas, significa muchas veces, desaprender otras, por ejemplo cómo definimos el beneficio. Para las grandes empresas energéticas, el beneficio monetario es el mayor incentivo y determina sus estrategias de futuro. En cambio en el nuevo modelo energético participativo y democrático, estos no son los únicos elementos a tener en cuenta, dado que los posibles beneficios son otros:

  • La producción local tiene mayor impacto económico y reduce el impacto medioambiental: mejora del entorno y aumento del valor de las viviendas.
  • Los usuarios tienen un mayor margen de codecisión en la política energética: se crean comunidades más integradas.
  • El acceso a la energía se considera un derecho, y los ciudadanos empoderados pueden ejercer mejor este derecho: se incentiva la responsabilidad individual en el consumo.
  • La competencia y la autoproducción aumenta la demanda y la independencia de los usuarios, cosa que disminuye el poder de las grandes empresas: mayor autonomía de los usuarios.
  • Se crea una mayor aceptación social para futuros proyectos en el territorio, ya que los beneficios para los usuarios son tangibles: se acelera el cambio a un nuevo modelo energético.

Este empoderamiento ciudadano es muy importante, ya que crea concienciación, sentido de la responsabilidad y confianza en las soluciones. En Alemania, por ejemplo, esta participación de los usuarios ha hecho que la mayoría de las instalaciones renovables instaladas sean propiedad de los usuarios finales de la energía, cambiando la tendencia de grandes productoras de energía centralizada. La ciudadanía se ha empoderado, y ha creado nuevas fuentes energéticas.

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Y ¿cómo se puede conseguir más participación ciudadana? Mediante el uso. La ciencia social ha demostrado que una aplicación práctica y directa tiene un impacto mayor y más duradero en las personas. El aprendizaje por acción es mejor que por simple conocimiento: Hoy en día, todo el mundo reconoce el problema del cambio climático, pero hace falta una concienciación práctica, que permita a los ciudadanos tener los instrumentos necesarios para hacer su impacto frente a este reto.

El mejor entorno para aplicar este cambio es a nivel local y de proximidad. Dado que la influencia de los ciudadanos es más directa y las decisiones tienen un impacto directo más próximo. Por lo tanto, el feedback es más fluido, la dinámica más rápida y la codecisión más fácil. Como resultado, en el entorno local se crean sinergias, cosa que multiplica el impacto presente y futuro, y asegura la permanencia en el tiempo de las políticas.

Pero la responsabilidad no recae sólo sobre los gobernantes, puesto que el papel de los gobiernos debe de ser de facilitadores, tanto legislando cómo incentivando, por que el grueso del gasto energético lo hacen los ciudadanos. Por ejemplo, tenemos Saerbeck en Alemania, donde sus vecinos se han unido para ganar su independencia energética. Este es un pueblo de 7.000 habitantes energéticamente autosuficiente, que tiene excedente de energía producida de forma renovable, con instalaciones propiedad de los propios usuarios. Es cierto que una legislación adecuada, como es el caso de Alemania, facilita avanzar en la transición del modelo energético, pero la acción de los ciudadanos es el elemento determinante.

El empoderamiento también trae ligada la conciencia de ser corresponsables del problema, y por lo tanto parte de la solución. Nuestro impacto como usuarios es mayor del que imaginamos, y a pesar de que hay grandes empresas que dominan el mercado, las acciones individuales pueden influir de manera muy decisiva en el conjunto, más todavía si actuamos unidos. Así es el caso de Alemania, donde un movimiento social de base ecologista ha conseguido ser transversal y poder cambiar el modelo energético de la cuarta economía mundial. Si ellos han podido, nosotros también podremos.

En aeioLuz queremos parecernos a los mejores y estamos trabajando en red para evolucionar energéticamente los municipios de todo el estado. Hasta hoy más de 18 ya se han puesto en marcha entre ellos Valencia, Castellón, Madrid, Cadiz, etc.

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